Por Pedro Ortega/Carlos Alvarez
Masaya, la cuna del folklore
nicaragüense se convirtió como cada año durante una noche, en sede de los
diablos, las ánimas, las calacas, las ceguas, las chanchas brujas y todas las
expresiones de espantos pertenecientes a la cultura popular nicaragüense.
Contagiados con la música de los
filarmónicos, los masayas, unos con máscaras, otros con maquillaje y pelucas,
candiles, chimbombas, ramas, osamentas o cualquier otro artículo que acentuara
el toque oscuro de sus atuendos, danzaron e hicieron travesuras en las calles
de la Ciudad de la Flores.
El joven Alex Antonio Moya,
vestido de negro total y con una máscara artesanal de diablito, expuso que como
joven se siente motivado de ser parte de esta gran fiesta para continuar
preservando la cultura nacional.
“Más que todo por recuperar
nuestras costumbres y tradiciones que dicen que poco a poco se han ido
perdiendo, pero las vamos a ir rescatando poco a poco. Ahora la mayoría se
pitan o traen cualquier otro tipo de disfraz, pero siempre tenemos que salir
igual, como salían nuestros ancestros, no perder esto”, manifestó.
Harvin Ortega vestido de
"payaso asesino", explicó que como parte de la tendencia mundial, que
anute todavía de origen incierto, quiso retomar del colectivo nacional una esta
nueva idea para mezclarla con lo tradicional.
“Estas son todas las historias
que nos cuentan nuestros abuelos y antepasados. Nosotros nos involucramos y es
importante para mantener vivas las tradiciones. Nosotros hoy venimos de payasos
pero es como para darle más novedades a la fiesta”, precisó.
De acuerdo a la tradicionalista
Martha Toribio, esta es una expresión más de los mitos y leyendas que surgieron
del colectivo popular de nuestros antecesores.
“Esto no data la historia fecha
alguna, pero que sí fueron personajes que debieron haber sido creados por la
mente del mismo ser humano, porque antes las calles eran muy oscuras y era para
más o menos, la gente que andaba trasnochando, meterles en miedo que no
anduvieran de vagos”, sostuvo.
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