(Agencias-Redacción Central) En
Nicaragua hablar de Roberto Clemente, es hablar del hombre que entregó su vida
enarbolando la bandera de la Solidaridad y más allá de sus impresionantes
nùmeros como beisbolista, este ser humano dejó una gran lección para toda la
eternidad. En Nicaragua el Gobierno del Presidente Daniel Ortega Saavedra
construye en su honor un parque de béisbol infantil y una plaza en donde se
erige un monumento.
El pelotero puertorriqueño de
cuya muerte se cumplen 40 años el lunes 31 de diciembre, es leyenda de la isla
caribeña y figura imprescindible para los latinos de Estados Unidos, donde
sufrió, en la década de los sesenta, su condición de negro e hispano.
Fallecido en 1972 en un accidente
aéreo en San Juan muy cerca de donde había nacido cuando viaja a Nicaragua con
ayuda humanitaria, Clemente forma parte del Salón de la Fama del béisbol de
Cooperstown desde 1973, gracias a una trayectoria que le llevó a ganar 12
guantes de oro.
La gente muere de verdad cuando
ya nadie los recuerda. El olvido es el que entierra al pasado y a la gente que
vivió en ese tiempo. Eso no pasa con Roberto Clemente, el humanitario
beisbolista puertorriqueño de quien aún se habla a pesar de que han pasado 40
años desde que el mar se tragó al avión en el que volaba a Nicaragua el 31 de
diciembre de 1972.
Abruptamente, su muerte puso fin
a una carrera que sin duda lo llevaría al Salón de la Fama. Pero la forma en
que murió hizo de Clemente algo más que una leyenda. "Clemente se
identificaba con las personas que sufrían en la vida", recuerda Luis
Mayoral, amigo cercano del beisbolista.
Carrera brillante
Considerado uno de los mejores
jardineros derechos de la historia del béisbol, en 1972 entró en la lista de
jugadores que han alcanzado los 3.000 imparables.
Con el paso del tiempo y apoyado
en las estadísticas, títulos y galardones, el portorriqueño Roberto Clemente
está considerado como el pelotero más completo, el mejor y el primer latino en
ser elevado al Salón de la Fama.
Su brillante carrera de 18 años
con los Piratas de Pittsburgh ganó casi todo, también fue campeón con los
Cangrejeros de Santurce, doce trofeos Guantes de Oro, varios títulos de bateo,
disparó tres mil hits, resultó Jugador Más Valioso en 1966 y Más Valioso de
serie Mundial del 72.
Seguro y espectacular en el
fildeo; poderoso y preciso con sus tiros a las bases, rápido y alegre corriendo
las bases y contundente a la hora de batear, razones suficientes para ser considerado
como el Mejor Jardinero Derecho de todos los tiempos. Pudo sobrellevar la
discriminación racial. Le tocó viajar en distinto autobús que sus compañeros,
comer en restaurantes diferentes y hospedarse en otros hoteles.
Cuando se convirtió en jugador
respetable fue duro defensor de su raza, su hispanidad y de sus compañeros. En
1972, su último año, estuvo brillante, factor primordial para ganar la segunda
Serie Mundial con los Piratas. Concluida la temporada fue nominado mánager de
la selección de Puerto Rico que asistió al campeonato mundial amateur jugado en
Nicaragua con cuyos habitantes se identificó y aprendió a quererlos.
Pocos días después, el 23 de
diciembre, se produjo un debastador terremoto en Nicaragua y sin pensarlo dos
veces buscó rápida ayuda.
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